En las primeras décadas del siglo XX, atreverse en poesía era escribir
textos de vanguardia, diferenciarse de la poesía que respetaba estrofas,
sílabas contadas y rimas. Con el paso del tiempo, todos esos atrevimientos han
pasado a formar parte de la tradición y si alguien los escogiera ahora, no
serían otra cosa que recursos sin el relieve especial de la confrontación. Pero
en todo este siglo transcurrido, lo que casi han perdido los vates es la
práctica de la poesía medida que tiene diez siglos en el castellano y que se
revitalizó, cuando el poeta italiano Pierre de la Vigne creó el soneto que
tendría fortuna en la pluma de Dante y Petrarca, en la de los poetas españoles
Iñigo López de Mendoza y Garcilaso y que haría fortuna en el Perú en los
magníficos versos de Martín Adán y Leopoldo Chariase. Dany Cruz retoma esta
tradición, trabaja cada verso como un orífice, en lo que se distingue de tantos
otros y prueba que el soneto, sonidito
en italiano, tiene larga vida en los idiomas románicos. En los tiempos que
corren, esta poesía de aroma clásico resulta tan diferente que resulta
sorprendente.
Marco Martos
Frente a los artificios vanguardistas que inauguran el
siglo XX y que seducen por su chisporroteo deslumbrante, Vallejo nos hace
recordar que toda poesía nueva sabe expresarse más allá de la pedantería de
novedad y que más que llenarse la boca con palabras flamantes, el
poeta debe expresar sin excusa alguna la sensibilidad del espíritu nuevo.
Es por ello que el soneto vuelve a resonar con sus
aromas clásicos pero con aires nuevos en el quehacer poético de Martín Adán y
en los versos electrizantes de Blas de Otero. En estos últimos años, la
escritura de poemas al itálico modo y otras formas discursivas tradicionales
pueblan la lírica hispanoamericana: versos trabajados con una delectación
febril y con hallazgos que de inmediato seducen al más exigente hipócrita
lector.
Nombrar la vita nuova en este siglo que se abre
con claroscuros y sinsabores insospechados, retomando a la Rosa como
estandarte, no es cosa fácil. Dany Cruz lo ha logrado. Déle Dios buen galardón.
Hildebrando Pérez Grande
Dany
Cruz Guerrero (Chalaco,
Morropón, Piura, 1983). Ha estudiado derecho, humanidades y filosofía. Ha
publicado las plaquetas Colán y los despistados (2006) y Desencuentro
(2003). Poemas suyos aparecen en las antologías Versolibrismo: poesía y arte
contemporáneos (2013), Punto & aparte: muestra de poesía
hispanoamericana (2012), Convergencias: muestra de poesía contemporánea
(2011) y Estirpe púrpura. 10 años de narrativa y poesía en Piura (2010).
Rueca del insomnio obtuvo una mención honrosa en el Premio Nacional de
Poesía PUCP 2007. Dirige el sello CortaRama Editores y es miembro fundador de
la Asociación Cultural Willakuni.